Los ictus no atacan “a ciegas”: unos estudios han mostrado que unas simples medidas alimenticias permiten disminuir el riesgo en un 80 %.
Si uno de sus allegados ya ha padecido un ictus o accidente cerebrovascular (ACV), entonces usted ya sabe que es probablemente uno de los peores accidentes que pueden pasarle en la vida. Solamente una persona de cada diez recupera íntegramente sus capacidades físicas y mentales: los demás tienen secuelas incapacitantes de por vida y cerca de un 40 % mueren de éste en los meses siguientes.
Lo más duro, es que nada hace presagiar este drama. El proceso es brutal. Imprevisible. Un buen día, una placa de carácter graso se desprende de la pared de un vaso sanguíneo y se deja llevar por la corriente del flujo sanguíneo. Ésta prosigue su camino tranquilamente hasta que se encuentra finalmente atascada por la constricción de la arteria. Es en este momento cuando todo cambia dramáticamente: la obstrucción del vaso sanguíneo por la placa interrumpirá bruscamente la circulación sanguínea y privará de oxígeno a las miles de células nerviosas que dependían literalmente de esta arteria para sobrevivir.
Si no se hace nada en las horas que vienen, las neuronas morirán asfixiadas, suprimiendo secciones enteras de circuitos neuronales responsables de funciones complejas como la sensibilidad táctil, la elocución, el equilibrio… Si los daños no son demasiado importantes y la víctima es todavía joven, los circuitos neuronales podrán ser reconstruidos gracias a la plasticidad neuronal, pero se necesitará tiempo. En el caso contrario, el más frecuente, nada será ya lo mismo.
Las consecuencias de este ictus hielan la sangre y no es de sorprender que la mayoría de las personas no quieran oír hablar de ello: éstas esperan secreta y silenciosamente que no les toque a ellas. Pero al negarse a ver la realidad de frente, se exponen a un riesgo suplementario inútil y peligroso. Los ictus no atacan “a ciegas”: unos estudios han mostrado que unas simples medidas alimenticias permiten disminuir el riesgo en un 80 %.
Hay muchos factores de riesgo de ictus que usted ya conoce, como la inactividad física, la hipertensión arterial o la diabetes de tipo 2. Pero ¡qué hay de los factores que influyen positivamente en el riesgo? Hay al menos 3 que son fáciles de integrar y que presentan, además, un máximo interés para muchas otras patologías.
Unos investigadores han revisado cerca de 400 estudios publicados en estos últimos 30 años para identificar el tipo de alimentación que contribuye de la mejor manera a prevenir los ictus (4). De esta revisión se desprenden 3 medidas principales que permiten disminuir como mínimo en un 80 % el riesgo de ictus.
Es ciertamente la medida principal que hay que adoptar para combatir el ictus. En 2017, unos investigadores de la Universidad de Birmingham mostraron por primera vez cómo pocos aportes de potasio favorecían la rigidez de las arterias y sobre todo cómo una elevación de dichos aportes permitía combatir el fenómeno de calcificación (5). El potasio se encuentra en prácticamente todas las frutas y verduras, y desgraciadamente, el descenso dramático del consumo de estos alimentos explica sin duda el avance fulgurante de los ictus … Mientras que las necesidades de potasio se estiman en 4.700 mg al día, los aportes posiblemente alcanzan los 2.300 mg en las mujeres y los 3.100 mg en los hombres (6) en nuestras sociedades occidentales.
Alimentos ricos en potasio: el conjunto de frutas, verduras y leguminosas, y especialmente las judías blancas, las calabazas, las espinacas y los plátanos.
El complemento de potasio: Bicarbonato potásico (reconocido oficialmente por optimizar y mantener la tensión arterial)
Ésta es la segunda constatación de los investigadores que han efectuado el metaanálisis: las personas con un consumo de magnesio más elevado tienen menor riesgo de padecer un ictus. Éste es un mineral esencial para el buen funcionamiento del organismo humano y vital para la función cardiaca: participa directamente en el metabolismo de los lípidos e interviene en la tensión arterial, dos de los mecanismos implicados en el ictus. Su acción dilatadora en los vasos sanguíneos posiblemente es la más decisiva en la reducción del riesgo.
Alimentos ricos en potasio: en general, las leguminosas, las semillas y las nueces, y particularmente las judías de soja, las almendras, las espinacas y el chocolate.
Complementos de magnesio: OptiMag (que contiene 8 formas de magnesio diferentes) que hay que tomar durante las comidas.
Un metaanálisis más reciente y específicamente dedicado a los trastornos cardiovasculares ha mostrado que los complementos de vitamina B9 (que también se denominan folatos) reducían el riesgo de ictus en alrededor de un 20 a un 70 %. Esto no es realmente una sorpresa: los complementos de vitamina B9 (folato) como SuperFolate (Super Folato) ya habían sido oficialmente reconocidos por su optimización de la formación de las células sanguíneas (8). También se encuentran en la carne y las verduras, pero la cocción, las conservas y la congelación disminuyen drásticamente su contenido.
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MMV
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