La flebitis es la formación de un coágulo de sangre en una vena. ¿Qué alimentos son beneficiosos para prevenirla y qué alimentos debe evitar absolutamente si está afectado?
La flebitis, también conocida como trombosis venosa, es una enfermedad vascular caracterizada por la formación de un coágulo sanguíneo (trombo) en una vena, generalmente de los miembros inferiores.
Cuando afecta a una vena superficial, hablamos de paraflebitis (1). La vena, a menudo visible y papable en la superficie de la piel, se endurece al tacto y se convierte en el lugar de una inflamación, provocando una sensación de calor.
Aunque sus complicaciones suelen ser leves, a veces es concomitante con la trombosis venosa profunda, una forma mucho más grave. Ésta se produce cuando se obstruye una vena de gran calibre situada en el corazón del músculo (2).
Sus síntomas, que no siempre son evidentes, incluyenhinchazón o endurecimiento unilateral del pie o la pantorrilla, una sensación de pesadez y una decoloración entre azulada y violácea de la zona afectada. Si no se disuelve, el coágulo puede desprenderse de las paredes de la vena en cualquier momento y desplazarse a los pulmones, provocando una embolia pulmonar, que es una urgencia potencialmente mortal. (3).
Aunque no existe un régimen milagroso para tratar la flebitis (en caso de duda, consulte a un médico), merece la pena adoptar una dieta equilibrada rica en nutrientes protectores a título preventivo.
Desde hace tiempo se ha demostrado que una dieta rica en omega 3 ofrece beneficios significativos (4). Los ácidos grasos EPA y DHA, que se concentran casi exclusivamente en los pescados grasos, ayudan a mantener una función cardiaca y una presión arterial normales, dos factores que minimizan el riesgo de formación de coágulos sanguíneos (el complemento Super Omega 3 combina EPA y DHA en una fórmula purificada y muy estable, libre de todo rastro de contaminantes) (5).
Cabe destacar que su precursor vegetal, el ALA, que se encuentra en las nueces, el aceite de colza o de lino, también es interesante por sí mismo, ya que ayuda a mantener niveles normales de colesterol (6).
Las plantas aliáceas como el ajo y la cebolla también contribuyen a una buena salud vascular y venosa por su efecto fluidificante, debido a su altísimo contenido en compuestos azufrados. (7-8).
También se cree que los flavonoides tienen un efecto fortalecedor de las paredes venosas. Se encuentran en los frutos rojos (incluida la grosella negra), los cítricos pero también en ciertas plantas circulatorias como la vid roja (9).
Las necesidades diarias de vitamina C (limón, kiwi, pimientos…) y de vitamina E (almendras, aguacate…), que modulan los parámetros de la hemostasia, también deben ser cubiertas. Aunque la suplementación está prohibida en caso de flebitis confirmada, puede considerarse ante los primeros signos de "pereza venosa" (respectivamente con Triple C y Natural E400 por ejemplo) (10-11).
Un estudio también analizó los efectos de la vitamina B3 (niacina) en la estabilización de los depósitos arteriales en sujetos con hipercolesterolemia, que están más predispuestos a sufrir episodios trombóticos (12). Los menudos y los menudillos, la carne de pavo y de pato, pero también el pescado graso, las semillas oleaginosas o la levadura alimenticia contienen una cantidad significativa de esta vitamina (que también puede encontrarse en dosis más elevadas en Niacinamide).
Unos estudios realizados en pacientes coronarios estables sugieren que el magnesio podría influir en los mecanismos de agregación plaquetaria, implicados en la formación de trombos (13). Para abastecerse de magnesio, pruebe, entre otros, el cacao, el arroz integral y los frutos con cáscara o nueces (Como las carencias de este mineral son muy frecuentes, un suplemento de magnesio como OptiMag puede ayudarle a optimizar su ingesta).
Unos estudios también han analizado las interacciones entre la coenzima Q10, contenida de forma natural en la carne de vacuno, el arenque, el pollo o la sardina, y la actividad plaquetaria (el complemento Coenzyme Q10 maximiza su asimilación combinándolo con tocoferoles y lípidos) (14).
Por último, varios informes clínicos sospechan que existe una relación entre carencia de vitamina D y un aumento de los episodios trombóticos, aunque aún es necesario seguir investigando para aclarar el motivo (15-16). Cuando hay menos sol en invierno, en particular, puede parecer prudente suplementar (por ejemplo, con Vitamin D3 5000 UI, envasado en cápsulas oleosas para una óptima absorción).
Como medida preventiva y curativa, es fundamental limitar los alimentos que oxidan el colesterol malo y precipitan la formación de placas de ateroma, factor que predispone a la aparición de trombos. Esta lista incluye principalmente las grasas saturadas (carnes rojas, embutidos, mantequilla, exceso de queso, etc.), pero también azúcares (17-18).
Un consumo excesivo de sodio provoca hipertensión arterial, que se asocia a un mayor riesgo de trombosis. La OMS recomienda no superar 5 g de sal al día (el equivalente a una cucharadita) de todos los alimentos (19).
También hay que tener en cuenta que el alcohol y los anticoagulantes no van bien juntos, y que el tabaquismo favorece la coagulación de la sangre y la inflamación de los vasos sanguíneos (20-21).
La relación entre flebitis y café es controvertida. Un estudio de casos y controles de 2012 sugiere que el consumo de café se asocia a un menor riesgo de trombosis venosa. (22). En concreto, se cree que media en ciertos factores de coagulación específicos (von Willebrand y VIII).
Sin embargo, un segundo metaanálisis publicado en 2015 matiza esta conclusión sugiriendo más bien una relación dosis-respuesta. Un consumo modesto de café (entre 1 y 4 tazas/día) se correlaciona con un aumento del 11% del riesgo de tromboembolismo venoso en comparación con los abstemios, mientras que un consumo elevado (≥ 5 tazas/día) reduce este riesgo en un 25% (23). Por lo tanto, el tema sigue siendo objeto de debate.
El tratamiento de la trombosis venosa profunda se basa en la administración de anticoagulantes, inicialmente en forma de inyecciones subcutáneas (heparina y derivados), antes de que tomen el relevo los comprimidos orales (a menudo antivitamina K). Hay que determinar la dosis correcta para garantizar la eficacia del tratamiento minimizando al mismo tiempo el riesgo de hemorragia. (24).
Estos tratamientos son extremadamente sensibles a las interacciones entre alimentos y medicamentos. No deben tomarse suplementos en este contexto sin asesoramiento médico previo.
La clase de las antivitaminas K en particular requiere que controle su ingesta alimenticia de vitamina K para evitar desequilibrar su tratamiento y alterar su eficacia. Los alimentos más ricos en vitamina K son:
Es aconsejable consumirlos regularmente en pequeñas cantidades (una ración al día), en lugar de ocasionalmente pero en grandes cantidades (25). En caso de duda sobre un alimento, consulte a su médico de cabecera o a su flebólogo.
Referencias
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