Depresión, esquizofrenia... ¿Y si la inflamación cerebral pudiera explicar la aparición de los trastornos mentales?
La inflamación es una reacción inmunitaria normal que se desencadena en respuesta a una agresión externa o interna contra los tejidos (1).
Puede ser de origen químico, traumático, tóxico o microbiano: una herida, una infección, un alérgeno, etc.
En primera línea intervienen los glóbulos blancos (leucocitos), guiados por un conjunto de mensajeros que facilitan su afluencia a la zona atacada (prostaglandinas, leucotrienos, etc.).
Cuando es de corta duración (inflamación aguda), es un mecanismo defensivo útil, si no esencial, para mantener nuestra integridad física.
Sin embargo, se vuelve problemática cuando persiste y permanece "en segundo plano": es lo que se conoce como inflamación crónica, o inflamación de bajo grado (2). Diversos factores como el estrés, el tabaquismo, una alimentación rica en azúcar, grasas saturadas y aditivos, el sedentarismo y la falta de sueño tienden a mantenerla.
Ya se ha establecido que un estado inflamatorio crónico es el entorno propicio para el desarrollo de muchas enfermedades autoinmunes y metabólicas, como la diabetes de tipo 2 (3).
Pero, ¿qué ocurre con los trastornos mentales y psiquiátricos? ¿Podrían estar también relacionados con la inflamación crónica? Los investigadores están respondiendo ahora de forma afirmativa...
Una revisión exhaustiva publicada en enero de 2025 profundizó en la naturaleza de los vínculos entre neuroinflamación y depresión (4).
Se cree que esta relación particularmente compleja es bidireccional.
Por un lado, se cree que la inflamación cerebral precipita la aparición de síntomas depresivos a través de varios mecanismos: aumento de las citoquinas proinflamatorias, activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HPA) implicado en la producción de cortisol ("hormona del estrés") y alteración de la síntesis de serotonina ("hormona de la felicidad").
Por otra parte, el estrés crónico activa la microglía, las células inmunitarias que residen en el sistema nervioso central, y desencadena la liberación de mediadores inflamatorios (IL-1β, TNF-α).
Al alterar la neurotransmisión y la neuroplasticidad, estos mediadores inflamatorios predisponen a los trastornos del estado de ánimo, preparando el terreno para un formidable círculo vicioso.
La segunda revisión, publicada en febrero de 2025, examinó el papel de la neuroinflamación en el desarrollo y la progresión de la esquizofrenia (5).
Uno de los estudios mencionados, en el que participaron 41 pacientes esquizofrénicos con psicosis aguda, reveló de nuevo un aumento significativo de ciertas citoquinas proinflamatorias, en particular la IL-6, la IL-2R y la IL-8, en comparación con el grupo de control.
También se encontró una correlación positiva entre la gravedad de los síntomas y los niveles de IL-6 e IL-2R.
Este "repunte" inflamatorio podría explicar en parte los cambios en las vías metabólicas de la dopamina, el glutamato y el triptófano característicos de esta enfermedad.
A la luz de estudios anteriores y de los conocimientos actuales, parece que la inflamación cerebral puede afectar a la salud mental de varias maneras:
Sin embargo, sería simplista considerar que la neuroinflamación es la única causa de los trastornos mentales, que también dependen de factores genéticos, psicosociales y ambientales.
Los enfoques naturales complementarios están ayudando a frenar los niveles de inflamación tanto a nivel cerebral como sistémico.
Parece que la actividad física regular y una dieta equilibrada rica en antioxidantes y ácidos grasos saludables, como la dieta mediterránea o la dieta MIND (creada originalmente para prevenir el deterioro cognitivo), tienen un efecto positivo sobre la salud mental (10-11).
Al mismo tiempo, ciertas sustancias son reconocidas por su capacidad para modular la respuesta inflamatoria y/o apoyar directamente la salud cerebral y mental.
Entre los minerales, el magnesio ocupa el primer lugar: al regular el equilibrio glutamato-GABA, contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso y a la función psicológica normal (12). Cuando se administra como suplemento, el treonato de magnesio (que encontramos en Magnesium L-Threonate) es particularmente bien absorbido por el tejido cerebral, debido a su capacidad para atravesar la barrera hematoencefálica (13).
También parece confirmarse la importancia de los ácidos grasos omega-3 en la mediación de la inflamación cerebral. En particular, los estudios sugieren que la suplementación con EPA (ácido eicosapentaenoico) podría reducir ciertos marcadores inflamatorios en personas con depresión (14). Los suplementos altamente dosificados (como Super EPA) permiten optimizar la ingesta de forma fácil y eficaz.
Extraída del té verde, la L-teanina es un aminoácido que ha llamado la atención de los investigadores de la nutrición cerebral por sus supuestas propiedades relajantes y tranquilizantes. En ratas, se ha demostrado que tiene un efecto ansiolítico al modular la actividad del hipocampo y los niveles de glutamato (puede encontrarlo en L-theanine) (15).
Gracias a su contenido en curcuminoides, la cúrcuma es uno de los antiinflamatorios y antioxidantes naturales más potentes (16). Su asociación sinérgica con otros compuestos como la ortiga o la uña de gato, que favorecen el sistema inmunitario, amplía su espectro de acción (enteramente dedicado al equilibrio interior, InflaRelief combina estos 3 extractos con otros 9 nutrientes naturales: boswellia, tulsi, romero...) (17).
Ya hemos mencionado su nombre varias veces, y con razón: el GABA (ácido gamma-aminobutírico) es el principal neurotransmisor inhibidor del sistema nervioso central. Su función principal es retrasar los efectos del glutamato para reducir la excitabilidad neuronal. Por lo tanto, se asocia generalmente a un restablecimiento de la calma y a la serenidad. Esto explica por qué las personas estresadas o deprimidas afirman con frecuencia experimentar una mejor gestión emocional cuando se suplementan con GABA (nótese que la forma liposomal presentada en Liposomal GABA es la que ofrece la mejor biodisponibilidad) (18).
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